Empiezo a escribir esta entrada siendo las 02:15 del día 23 de julio. Ya pasaron unos días desde aquella madrugada en la cual Julio Cleto Cobos, Vicepresidente de la Nación, se vio obligado a definir la sanción de la resolución nº 125 del Ministerio de Economía en ley. Y, como todos sabemos, lo hizo en contra de la propuesta del gobierno nacional.
Tengo 18 años y por primera vez en mi vida, siento que el Congreso existe. Me quedé (sí, duden de mi cordura) hasta las 4:30 esperando la definición. Los senadores, como nunca los había visto antes, esgrimían argumentos para sustentar su posición y muchos hasta llegaron a mostrar rasgos de cierta erudición, impensada para un ente cuyo único objetivo de vida aparentaba ser calentar una banca y cobrar... o no calentar una banca y cobrar también. Desde aproximadamente las 23 hs de la noche anterior, ya se sospechaba que de haber asistencia perfecta, estaríamos en presencia de un empate. Sin embargo las exposiciones continuaron e incluso sus tonos fueron in crescendo (salvo cuando fue el turno del expresidente cuyo discurso fue un verdadero soporífero). Cuando efectivamente el empate se produjo, y se confirmó luego de un pedido de Cobos para pasar a un cuarto intermedio, al Presidente del Senado le llegó el turno de omitir su voto. Su voto no fue positivo. ¿No lo fue realmente?
A mi humilde entender, la decisión de Cobos (permítanme disernir con la totalidad de los medios de comunicación que cubrían la noticia en el momento) no fue a favor del campo ni en contra del gobierno. No. El voto de Cobos sirvió para pacificar, para solucionar. No fue en a favor de la siniestra (estuve delicado) Sociedad Rural Argentina ni en contra de un gobierno caprichoso, ciego, que ve fantasmas por doquier. Fue por el bien de las personas que no poseemos un campo ni trabajamos para el Estado Nacional. Era lo que había que hacer.
No estoy seguro de creer todo esto que acabo de decir, ni de que no haya sido todo una maniobra política montada de alguna manera (hubo personajes obscuros en los votando tanto por el sí como por el no), pero les aseguro que me encanta sentir esto. Que por casi única vez desde que estoy vivo, una de las instituciones de la República funcione con cierta sensatez o madurez. Yo no soy ni peronista ni radical. No apoyé al campo ni al gobierno. No porque no me interesase el tema como algunos pueden llegar a creer o porque no me interese la política ni porque carezca de opinón o, incluso, inclinación política. El problema fue, y sigue siendo, mucho más complejo de lo que los medios lo muestran, si bien es cierto que la solución inmediata era bastante simple.
No pretendí con todo esto más que dar una opinión sobre lo acontecido aquella madrugada. Si quisiera analizar el conflicto en sí, necesitaría una entrada muchísimo más larga que esta.
Nota:
Esta entrada es la vergüenza de mi blog. Es la inocencia la que habla en ella.
Más que la inocencia, son la boludez y el sinsentido los que gritan.
Tengo 18 años y por primera vez en mi vida, siento que el Congreso existe. Me quedé (sí, duden de mi cordura) hasta las 4:30 esperando la definición. Los senadores, como nunca los había visto antes, esgrimían argumentos para sustentar su posición y muchos hasta llegaron a mostrar rasgos de cierta erudición, impensada para un ente cuyo único objetivo de vida aparentaba ser calentar una banca y cobrar... o no calentar una banca y cobrar también. Desde aproximadamente las 23 hs de la noche anterior, ya se sospechaba que de haber asistencia perfecta, estaríamos en presencia de un empate. Sin embargo las exposiciones continuaron e incluso sus tonos fueron in crescendo (salvo cuando fue el turno del expresidente cuyo discurso fue un verdadero soporífero). Cuando efectivamente el empate se produjo, y se confirmó luego de un pedido de Cobos para pasar a un cuarto intermedio, al Presidente del Senado le llegó el turno de omitir su voto. Su voto no fue positivo. ¿No lo fue realmente?
A mi humilde entender, la decisión de Cobos (permítanme disernir con la totalidad de los medios de comunicación que cubrían la noticia en el momento) no fue a favor del campo ni en contra del gobierno. No. El voto de Cobos sirvió para pacificar, para solucionar. No fue en a favor de la siniestra (estuve delicado) Sociedad Rural Argentina ni en contra de un gobierno caprichoso, ciego, que ve fantasmas por doquier. Fue por el bien de las personas que no poseemos un campo ni trabajamos para el Estado Nacional. Era lo que había que hacer.
No estoy seguro de creer todo esto que acabo de decir, ni de que no haya sido todo una maniobra política montada de alguna manera (hubo personajes obscuros en los votando tanto por el sí como por el no), pero les aseguro que me encanta sentir esto. Que por casi única vez desde que estoy vivo, una de las instituciones de la República funcione con cierta sensatez o madurez. Yo no soy ni peronista ni radical. No apoyé al campo ni al gobierno. No porque no me interesase el tema como algunos pueden llegar a creer o porque no me interese la política ni porque carezca de opinón o, incluso, inclinación política. El problema fue, y sigue siendo, mucho más complejo de lo que los medios lo muestran, si bien es cierto que la solución inmediata era bastante simple.
No pretendí con todo esto más que dar una opinión sobre lo acontecido aquella madrugada. Si quisiera analizar el conflicto en sí, necesitaría una entrada muchísimo más larga que esta.
Nota:
Esta entrada es la vergüenza de mi blog. Es la inocencia la que habla en ella.
Más que la inocencia, son la boludez y el sinsentido los que gritan.
3 comentarios:
Esta entrada es la vergüenza de mi blog. Es la inocencia la que habla en ella.
Más que la inocencia, son la boludez y el sinsentido los que gritan.
Por lo menos te diste cuenta Marquito. Eso es lo valorable. Saludos!
PD: El punto cúlmine se alcanza cuando decís que el voto de Cobos fue pacificador y era lo que había que hacer.
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